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—Te voy pinchar los dedos, quiero ver si te sale la sangre verde.

—¿Pincharme los dedos?

—Sí, pincharlos, quiero ver si te sale la sangre verde o si tus ojos son los de una gallina.

—¿De qué hablas?

—La próxima vez que vaya a tu casa, papi, lo verás.

La pequeña Nat envía un beso al otro lado del teléfono. Buenas noches, pá. Cuelga.

 

Inclino la cabeza hacia atrás y me quedo pensando un poco en lo que acabo de oír. ¿Sangre verde? ¿Ojos de gallina? Corro al espejo y doy cuenta de que mis ojos no han cambiado, no se han salido de su órbita y tampoco de la cuenca como para al menos parecerme a una babosa. Regreso a la alcoba y  del cajón de la mesa de noche tomo una aguja, me siento al borde de la cama y pincho uno de mis dedos, la sangre brota roja. Busco una curita, pero allí sólo hay despojos de mi vida y una que otra mota. Llevo el dedo a mi boca, succiono. Camino hacia mi biblioteca. Un libro salta. Debo comprar una más grande, o una más alta, pienso.

​

El libro se aferra al borde mis pantalones entubados, el roto que hay a la altura de la rodilla izquierda se hace más grande con cada jalonazo. ¡Espera! ¡Espera!, le digo. Lo alzo y me dice. Te van a descubrir, papá. Rio y me tumbo de espaldas en la cama. ¡Benjamin! Eres tú el que la has metido todas esas ideas en la cabeza a Nat, tú y tus 24 señales para descubrir un alien. No es mi culpa, responde, ella sabe que dentro de ti, al igual que dentro de mi papá hay un alien, de esos que se quieren apoderar del mundo. No seas tonto, Benjamin, mejor dime si tu madre al final va a cocinar a Pascuala, tengo ganas de sancocho. ¡Calla! Mamá no cocinará a Pascuala, además, mira, conseguí otra correa para sacarla a pasear. ¡Ay, Ben! Tú no cambias.

Cierro el libro y veo a la regordeta de Pascuala, mi estomago suena, pero intento disimular, no quiero que Ben voltee a mirar mientras su padre le acaricia la cabeza, de por sí son pocas las muestras de afecto que el pequeño recibe de él. Benjamin es un niño imaginativo, bastante curioso y testarudo, se le ha metido en la cabeza, desde hace un par de semanas, la idea de que su padre ha sido poseído por un alien. No logra comprender por qué él también llama mami a su mami, o las razones por las cuales en las fotografías no sale mirando a la cámara, tampoco entiende su odio por ir a pasear a la playa.


Tragaluz editores es quien nos ha puesto sobre la mesa esta obra cargada de fantasía. 24 señales para descubrir un alien es el libro ganador del tercer concurso de escritura de esta editorial, llevado a cabo en el año 2016. Su autora, Juliana Muñoz Toro, ha publicado en medios como Esquire y El Espectador, en 2012 ganó el Premio de Cuento del Instituto de Brasil en Colombia. Por otro lado, la ilustradora, Elizabeth Builes Carmona, ganó en 2013 el Premio Tragaluz de Ilustración; gracias a ello ha participado en el libro Jhonny y el mar de la escritora Melba Escobar y, posteriormente, en la novela El retorno de la escritora Dulce María Cardoso.

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