Déjame decirte
Para Lola.
A ti que ya no estás, que te fuiste por la necesidad de abandonarte, de andar por fin por un camino sin retorno, para desvanecerte. Es a ti a quien le dedico mis esperanzas, mis sueños, todo lo que era, como tu recuerdo. ¿Qué habrá después? Ojalá pudieras escribirme si se siente frío o tranquilidad en lo eterno de la despedida.
La lluvia arremete con fuerza contra la ventana, como si quisiese romperla, acabarla y entrar a este cuarto que se siente triste, siempre triste porque no puedo emular tu figura desde otro sentimiento; y no me malinterpretes tesoro, incluso así tu imagen no deja de ser sublime. A ti que ya no estás, a ti querida mía que estás muerta, ¿por qué el último recuerdo que consigo de ti es frío? Ha de ser porque allí donde te dejé esa mañana fue uno de los lugares más cálidos que ya no tendré jamás. No te hubieras ido, ojalá no me hubieras dejado, porque jamás te diste cuenta de lo mucho que te necesitaba.
Me desarmo sin ti y no puedo dejar de odiarte en ocasiones por haberte rendido, porque no puedo dejar de pensar en todo lo que se fue con tus cenizas. Yo sé que fue una necesidad, que ya te pesaban los años y la vida, pero dime qué hago yo, cómo me quedo cuando no quiero; yo no puedo superarte ni sacarte de los silencios de esta lluvia que me deja aturdida y se combina el recuerdo que era. Las letras se caen en el café y se pierden en el para siempre de tu adiós.
A ti que ya te fuiste, ¿volveremos a vernos?, no he parado de preguntarme todo lo que haría si se me concediera un momento de nuevo, una regresión. Haría lo más urgente, refugiarme entre tus brazos, rogarte que me indiques los caminos porque se me perdieron, suplicarte que no me dejes. Es que estoy tan quebrada, sucia, ridícula, furiosa y adolorida. Déjame decirte que aquí todo sigue igual sin ti, que sigue siendo tan terrible como cuando te fuiste, aunque hay días como este, en los que el cielo no deja de llorarte porque te extraña.